lunes, 18 de junio de 2007

El libro del hombre (3)



PEDIR atención es una de las debilidades humanas, una debili­dad profundamente arraigada. Las personas piden atención porque no se conocen a sí mismas. Uno sólo puede verse la cara en los ojos de los demás, puede encontrar su personalidad en las opiniones de los demás. Lo que los demás dicen tiene una im­portancia enorme. Si le rechazan, le ignoran, se siente perdido. Si pasas y nadie se fija en ti empezarás a perder lo que has con­seguido reunir: tu personalidad. Es algo que tú has creado. No la has descubierto, no es natural. Es artificial y arbitraria.

No solamente tú eres un mendigo de atención; casi todo el mundo lo es. Y esta situación no cambiará a menos que descu­bras tu auténtico ser, que no depende de la opinión, atención, crítica o indiferencia de nadie; que no tiene nada que ver con los demás. Como hay muy pocas personas que han sido capaces de descubrir su realidad, todo el mundo está lleno de mendigos.

Mendigar la atención no es solamente tu problema; es una realidad humana. Y el motivo es que dependes de tu personali­dad, que es falsa y ha sido creada por la sociedad, y ésta te la pue­de arrebatar. No dependas de ella. No está en tus manos. Lo que está en tus manos es tu propia individualidad. ¡Descúbrela! Y la ciencia para descubrirlo se llama meditación.Cuando te conoces a ti mismo ya no te importan los demás. Si el resto del mundo te olvidara, no te importaría, no tendría la menor importancia; o el mundo entero puede conocerte.... pero eso tampoco te daría un ego. Sabes que el ego es falso, y de­pender de lo falso es hacer castillos de arena, sin cimientos. Vuestras personalidades son casi como firmas en el agua. No has terminado de firmar y ya ha desaparecido.
Primero medita, sé extático; entonces habrá, espontánea­mente, mucho amor. Entonces estar con otros y estar solo tam­bién es hermoso. Entonces, además, es sencillo. No dependes de los demás y no haces que los demás dependan de ti. Entonces es siempre una amistad, una cordialidad. Nunca se convierte en un parentesco, siempre es una relación. Te relacionas, pero no creas un matrimonio. El matrimonio surge del miedo; la relación sur­ge del amor.
Te relacionas; mientras todo va bien, compartes. Y si ves que ha llegado el momento de partir porque vuestros caminos se se­paran en este cruce, te despides con una gran gratitud por todo lo que el otro ha sido para ti, por todas las alegrías, todos los pla­ceres y todos los momentos hermosos que has compartido con el otro. Sin tristeza, sin dolor, simplemente te separas.
Nadie puede garantizar que dos personas serán felices estan­do juntos para siempre, porque la gente cambia. Cuando te en­cuentras con una mujer ella es una persona, tú eres otra perso­na. Después de diez años tú serás otra persona, ella será otra persona diferente. Es como un río: el agua está fluyendo conti­nuamente. La gente que se enamora ya no está allí, ninguno de los dos está allí. Ahora puedes seguir agarrándote a una determinada promesa que te hizo otra persona diferente; pero tú no la has hecho.
Un auténtico hombre de comprensión nunca hace promesas para el mañana, sólo puede decir: «Por ahora.» Un hombre real­mente sincero no puede prometer en absoluto. ¿Cómo puede prometer? ¿Quién conoce el mañana? Puede que haya un maña­na o puede que no. En el día de mañana: «No será lo mismo, tú no serás el mismo.» En el día de mañana: «Quizá encuentres a alguien con quien encajes más profundamente, quizá yo en­cuentre a alguien con quien podría estar más en armonía.» El mundo es amplio. ¿Por qué agotarlo hoy? Mantén las puertas abiertas, mantén las alternativas abiertas.Estoy en contra del matrimonio. El matrimonio crea proble­mas. El matrimonio se ha vuelto horrible porque obliga a las personas a ser falsas: han cambiado, aunque siguen fingiendo que son los mismos.

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