viernes, 12 de marzo de 2010

Encontrar la verdadera fuente...

Cuando ves a un amigo y de pronto sientes que brota la alegría en tu corazón, concéntrate en esta alegría. Siéntela, conviértete en ella, y reúnete con él rebosante y siendo consciente de ella. Deja al amigo en la periferia y tú permanece centrado en tu sentimiento de felicidad.

Lo mismo puede hacerse en muchas otras situaciones. Está saliendo el sol y de pronto sientes que algo está naciendo dentro de ti. Entonces olvídate del sol, déjalo en la periferia. Tú céntrate en tu propia sensación de energía naciente. En el momento en que la observes, se difundirá, llenará todo tu cuerpo, todo tu ser. Pero no seas sólo un observador, fúndete en ella. Son pocos los momentos en los que sientes alegría, felicidad, dicha, pero siempre los malgastas porque te centras en el objeto.

Siempre que hay alegría sientes que viene de fuera. Te has encontrado a un amigo y, desde luego, parece que la alegría viene de tu amigo, del hecho de verle. Esto no es cierto. La alegría siempre está dentro de ti. Tu amigo sólo es un detonante de la situación. Ha ayudado a que salga tu alegría, te ha ayudado a que veas que está ahí. Y esto ocurre no sólo con la alegría, sino con cualquier sentimiento: con la ira, con la tristeza, con la miseria, con la felicidad; en una palabra, con todo. Los demás sólo hacen que expreses lo que está escondido en ti. No son las causas, no están causando nada dentro de ti. Lo que quiera que esté ocurriendo, te está ocurriendo a ti. Siempre ha estado allí. Lo único es que este encuentro con tu amigo se ha convertido en un estímulo por el que ha aflorado lo que estaba escondido, ha salido de sus recónditos orígenes, se ha hecho aparente, manifiesto. Cuando esto ocurra, permanece centrado en el sentimiento interior y entonces tendrás una actitud distinta hacia todo en la vida.

Haz esto incluso con las emociones negativas. Cuando estés enfadado, no te centres en la persona que lo ha provocado. Mantenle en la periferia. Simplemente fúndete con tu enfado. Siente el enfado en su totalidad, permite que ocurra dentro de ti. No racionalices. No digas que tal persona lo ha generado, no la condenes; solamente ha sido un detonante de la situación. Y siente agradecimiento hacia ella, porque ha ayudado a que algo que estaba escondido salga al descubierto. Ha acertado en algún punto donde había una herida oculta. Ahora lo sabes; por tanto, conviértete en esa herida.

Con cualquier emoción, ya sea negativa o positiva, usa esto y se producirá un gran cambio en ti. Si la emoción es negativa, te librarás de ella al ser consciente de que está en tu interior. Si la emoción es positiva, te convertirás en la propia emoción. Si es alegría, te convertirás en alegría. Si es enfado, el enfado se diluirá.

Esta es la diferencia entre las emociones negativas y las positivas: si al hacerte consciente de una cierta emoción ésta se evapora, es que es negativa; si te transforma en ella y entonces la emoción se extiende y se convierte en tu ser, entonces es señal de que es positiva. La consciencia funciona de distinta forma en ambos casos.

Si es una emoción venenosa, te liberas de ella a través de la consciencia. Si es buena, dichosa, extática, te haces uno con ella, la consciencia la hace más profunda.

Osho