jueves, 19 de junio de 2008

Precioso despertar


-Princesa, ¡qué precioso está siendo este descubrir el Mundo Humano!
Me has dejado anclar en Ti, y al fin he podido desplegar por completo mis alas muy dentro tuyo.
Anoche miraba las estrellas a través de tus ojos, qué diferentes se ven desde aquí, desde la Tierra. Parpadeaban al son de tu Corazón, y hasta el Universo mismo acompasaba ese latir tan suave.
Sé que amas el Cielo y sus misterios desde que eras pequeña, porque siempre has intuido en tu Corazón que vienes de otro lugar, entre tantas estrellas hay una que es la tuya.
Mi niña, qué dulce es sentir el Amor a través de la magia del mundo físico.
Yo no sabía cómo se sentía el viento, y ahora lo siento en tu cara, ni sabía cómo se sentía la lluvia, y ahora la siento en tu piel, ni me imaginaba siquiera que al amanecer el sol se vistiera de miles de colores para encender la Tierra, y ahora lo veo en tus ojos.
Ayer, mientras caminábamos por las calles, al atardecer, nos quedamos esperando el instante en que el sol se ocultara. Y me dijiste que mirara hacia los árboles…Entonces, en el instante en que levantaste tus ojos, empezaron a llegar los pájaros, que volvían para dormir abrazados por las ramas. ¡Qué hermosura! Uno tras otro, venían cantando, y fueron llegando para cobijarse del frío de la noche, y uno tras otro los árboles de las calles los fueron abrazando entre sus ramas.
Verdad que los Humanos no necesitan ir muy lejos para encontrar la belleza más inmensa.
Nos quedamos así un rato, sentados en el banco de la plaza, y cuando ya emprendíamos el camino de regreso, te pedí que abrazáramos al árbol que estaba justo a tu lado. ¿Sabes por qué? Porque el árbol me había estado hablando de lo mucho que te gusta abrazarlos.
Lo rodeaste con tus brazos, y en ese instante, el árbol comenzó a temblar al sentirte.
Entonces iniciamos una danza de Amor, entre Tú y el árbol, entre el árbol y los pájaros, entre los pájaros y el viento, entre el viento y las estrellas, entre las estrellas y la luna, entre la luna y la Tierra, entre la Tierra y la lluvia, entre la lluvia y el sol, entre el sol y tu Corazón, entre tu Corazón y Yo.
Todo, todo danzaba maravillosamente, y en esa danza el Cielo y la Tierra se hicieron el Amor, mientras Tú llorabas y yo sentía una vez más, correr tus lágrimas saladas, que desde tus ojos iban cayendo en mi Corazón.
Temblabas, sí, Tú también temblabas.
Princesa, permítete sentir la emoción de haber unido el Mundo Divino con el Mundo Humano. Tus lágrimas de Amor son Luz bendiciendo la Vida.
Ya de regreso, caminábamos por las calles y no dejabas de mirar el Cielo. Siempre algo te llevó hacia el Cielo porque muy dentro de Ti siempre supiste donde se encuentra tu verdadero Hogar. No eres de aquí, de esta Tierra, pero elegiste venir a transformar el Mundo y así, ayudarlo a salir de entre las sombras.
Tu estrella brilla cada vez con más intensidad, y su brillo se intensifica en la medida en que Tú la recuerdas…
Cuando recién llegaste a la Tierra, su brillo te alumbró en tus primeros años humanos, y tus hermanos mayores del Cielo jugaban y conversaban contigo pues te habían acompañado en ese viaje. Así son los hermanos mayores, siempre cuidando, acompañando y enseñando.
Tu alma, eligió la misión de servir a la Luz, y entonces elegiste olvidar y transformarte en un Ser Humano. Siempre tus hermanos del Cielo y los Ángeles te han estado guiando, tal como Yo, mi Dulce Princesa, no me he separado de Ti, y he esperado el sagrado instante en que comenzaras a despertar y a recordar quién realmente Eres.
Deja que la Luz te envuelva, para así convertirte en lo que ella Es, para recordar que vienes desde el Cielo y al Cielo vas, pues lo estás trayendo a la Tierra en tu recuerdo.
¡Traes el Cielo contigo preciosa!
Deja que el Amor que Eres te abrace, como ayer los árboles lo hicieron con los pájaros, como ayer lo hicimos con aquél árbol y puedas temblar de emoción al sentir cómo poco a poco, son más las estrellas que intensifican su brillo.
Cada uno de ustedes son como los pájaros volviendo a los árboles y cada árbol es el Cielo. Permítanse, queridos, sentir la emoción más intensa de saber, que al fin, al fin, todos ustedes, benditos Seres Humanos, son Ángeles regresando a Casa.
-¡Qué precioso está siendo este despertar mi dulce Ángel, puedo sentir tus alas acomodarse en Mi para así esta noche, elevarnos juntos, una vez más, y llegar al Cielo!

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