lunes, 10 de septiembre de 2007

sobre la intimidad...


La intimidad te aproxima a un desconocido. Tienes que quitarte todas las defensas. Sólo así es posible la intimidad. Si te quitas todas las defensas, todas las máscaras, quién sabe que hará contigo el desconocido. Todos escondemos mil y una cosas, no sólo a los demás sino a nosotros mismos, porque nos ha educado una humanidad enferma con toda clase de represiones, inhibiciones y tabúes.

Deseas intimidad con otro pero no abandonas tus defensas. Este es un conflicto entre amigos, amantes, familiares: ninguno quiere abandonar sus defensas y presentarse completamente desnudo, con sinceridad, pero los dos necesitan la intimidad.

A menos que dejes a un lado tus represiones, tus inhibiciones jamás podrás intimar con nadie. Si has llevado una vida sencilla, natural, no sentirás temor a la intimidad.

Una de las necesidades más básicas es que te necesiten, pero nadie quiere aceptar que mi necesidad básica es que “me necesiten, que me quieran, que me acepten”…
Vivimos en medio de pretensiones, de hipocresías: de ahí que la intimidad de miedo. El primer paso consiste en aceptarte en tu totalidad, y si estás dispuesto para la intimidad, alentarás a otro a que haga lo mismo. Tu sencillez ayudará a la otra persona a que sea franca contigo. Tu sencillez sin pretensiones también ayudará al otro a disfrutar de la sencillez, de la inocencia, la confianza, el amor y la franqueza.

Estás enjaulado entre absurdos conceptos y temes que si alcanzas demasiada intimidad con alguien, ese alguien se dará cuenta. Pero somos seres frágiles: una rosa tiene que ser frágil, una piedra, no. Y no hay ninguna necesidad de sentirse mal por ser una rosa y no una piedra.

La intimidad significa sencillamente que se te abren las puertas del corazón.

Actúa espontáneamente, sin preocuparte por las consecuencias. La vida es corta y no deberíamos estropearla pensando en las consecuencias ahora y en el futuro.

Vive en lugar de pensar que te recuerden. Estarás muerto.
En la tierra han vivido millones de personas que desconocemos. Acepta un hecho sencillo: que estarás aquí sólo unos días y que luego desaparecerás. No puedes desperdiciar esos pocos días en temores e hipocresías.

Nadie sabe nada del futuro: lo único que tienes entre tus manos es tu vida. Enriquécela lo más posible.

Te enriqueces con la intimidad, el amor, el abrirte a muchas personas.
No intentes reformar ni enseñar a los demás. No intentes cambiarlos. Basta con que cambies tu.

Cuando la mente guarda silencio y el corazón canta, estás listo para la intimidad, sin miedo, con alegría. Y sin la intimidad, te encuentras entre desconocidos.

Ser auténtico significa ser fiel a uno mismo. Es un fenómeno sumamente peligroso que pocas personas pueden afrontar, pero quienes lo hacen consiguen una gracia, una belleza y una satisfacción inimaginable. La autenticidad significa mantenerse veraz con tu ser: no escuches a los demás lo que te dicen que debes ser. Escucha en tu interior lo que te gustaría ser así no desperdiciarás tu vida.

Lo pasado pasado está y no lo lleves como una carga. Si no, no te permitirá ser auténtico en el presente
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