En esa constante inconformidad en que vive la humanidad, donde siempre se está mirando el carecer propio y el tener de los demás, con el fin de comparar, lamentarse o vanagloriarse y criticar; se hace fácil y cómodo justificarse señalando al otro, acusándole de lo que tiene o lo que le ha de faltar, porque para cada quien, lo propio siempre será lo mejor o lo más difícil que a alguien le puede pasar.
Muchos quisieran cambiar su suerte, afirman que todo sería más viable si tuvieran aquello que otros tienen; algunos juzgan y señalan sin consideración, hacen cosas que ellos mismos no desearían que les hicieran jamás; qué fácil es mirar todo desde la barrera, sin involucrarse, sin lograr ver más allá.
Ponerse en los zapatos del otro, es experimentar en carne propia lo que vive, caminar por el sendero que pisa, con las barreras y obstáculos que debe enfrentar, teniendo las herramientas y dones que posee, carecer de lo que carece; es escribir una historia distinta a la propia, donde las condiciones de vida son totalmente diferentes, es casi como estar en otro mundo del cual quieras regresar, porque tarde que temprano sentirás que ahí no perteneces, que haces parte de otro lugar, pero que es necesario ejercitarse en valorar y respetar la diversidad…
Situarse en el terreno del otro, es aprender a sentir lo que ha de vivir, sus vacíos y temores, sus gozos y dolores; es quizás tener que andar a pie descalzo por caminos llenos de piedras y obstáculos; sintiendo en carne propia las heridas y maltratos, porque el otro posiblemente no tenga zapatos; por eso es injusto juzgar o criticar sin saber realmente lo que hay dentro de cada quien y lo que vive cada cual.
La vida suele ser como una prenda de vestir, cada persona se amolda a lo que le concierne vivir; no podemos pretender mover las fichas que no nos corresponden jugar y dejar de lado las nuestras, corriendo el riesgo de perder la partida y fracasar, tan solo porque nunca valoramos lo que tuvimos y solo estuvimos pendientes de lo que hacían o dejaban de hacer los demás, para comparar y quejarnos, sentir envidia o renegar.
Por eso, antes de burlarnos, criticar, condenar o señalar; hay que saber ponerse por un instante en los zapatos de los demás, para entender lo que viven, sienten y piensan; sin pretender nunca saberlo así no más, porque es imposible penetrar a lo más profundo del ser , el alma es el lugar sagrado al cual no todo el mundo sabe llegar.
Ponerse en los zapatos del otro, ayuda a vivir la solidaridad, a ser más tolerantes y compresivos, y construir fraternidad; porque sabiendo lo que el otro vive, sin sentir envidia, ni comparar ni juzgar; nos ayuda a no hacerle a los demás lo que no queremos que nos hagan, también se fortalecen los lazos de amistad, se permite que surja la confianza, que nos valoremos unos a otros y que así logremos alcanzar la verdadera paz.
1 comentario:
Tengo una pregunta: Quién es el autor de ésta reflexión? Agradezco de antemano su respuesta.
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