Nos han enseñado a estructurar la vida como si las circunstancias fueran permanentes, como si la existencia ideal consistiera en amarrarse a una experiencia estática, donde la realidad fuera inmutable. Aprendimos a buscar estabilidad para hallar felicidad. Y esta creencia falsa nos ha llevado a apreciar más la rigidez de la muerte que la fluidez del movimiento de la vida. La tendencia marcada a querer repetir lo conocido es hoy el obstáculo más grande que tiene un hombre para alcanzar su apertura de conciencia, y representa una fórmula muy eficaz para producir estancamiento.
La vida marca ciclos de aprendizaje. Cuando uno de ellos se completa y todo se derrumba, debemos tener la sabiduría de seguir adelante sin mirar atrás. La experiencia bien vivida entrega para liberarse: dejamos ir nuestra infancia y la relación de dependencia con los padres; la adolescencia y el despertar de la primavera. Muchas veces quedan atrás también las relaciones de pareja, porque el compañero muere o se divorcia. Los hijos se van del hogar y dejan un vacío. Para todos nosotros hay tiempos de abundancia y de escasez; de alborotada juventud y de soledad en la vejez. Estos cambios son etapas que debemos recorrer inexorablemente, porque toda semilla debe nacer, crecer, florecer y dar su fruto.
En la naturaleza solo el hombre no acepta bien el cambio y la separación. Parece no saber que para poder avanzar es preciso soltar. Por eso cuando la realidad cambia, el ser que no es capaz de vaciarse de lo viejo se queda rezagado. Nadie nos enseña que hay un trabajo conciente que hacer, para liberarse de las ataduras del pasado y deshacerse del exceso de equipaje antes de continuar la marcha. Un ciclo de vida concluye y la realidad cambia, pero la mayoría de los individuos se quedan atorados en la añoranza de recuerdos que les condena a una vida sin propósito, porque están ciegos para disfrutar del regalo de un nuevo amanecer.
Cuando existe una dicotomía entre lo que es y lo que uno desearía que fuera, se crean estados de angustia, insatisfacción, dolor, miedo y resentimientos que deben ser sanados. El individuo, que vive fragmentado, debe volver a la unidad y esta solo se alcanza sabiendo cuál es la enseñanza evolutiva escondida tras cada ciclo de experiencias. Cuando lo conocido se derrumba y el horizonte cambia, es importante preguntarnos ¿qué debo aprender ahora? ¿cuál es la razón para que el universo me haya colocado en esta situación?
Para disolver apegos es necesario un cierre. Lo que quedó atrás y ya no tiene validez, no debe ser alimentado con la energía del pensamiento por más tiempo. No es posible avanzar por el camino con la mirada fija en el espejo retrovisor. Cuando hay obsesión con imágenes repetitivas, que vienen del pasado, es señal de que todavía queda algo pendiente por disolver y transformar. Entonces, con la ceremonia del perdón sanamos viejas heridas, aquellas que solo con el roce del recuerdo sangran nuevamente. También podemos trabajar en la aceptación de la desaparición de un ser querido. O reconsiderar nuestras quejas, que seguramente se reducen a que alguien cercano a nuestro corazón no cumplió bien con el rol que le asignamos. En este último caso hay que comprender que la culpa es solo nuestra, pues nuestra es la tarea de aceptar que cada ser nace con el derecho y la libertad de ser él mismo.
Cortar los lazos del pasado también significa renunciar a los resentimientos generados cuando las metas humanas previstas no se cumplen. A veces la vida tuerce nuestro destino para darnos la oportunidad de realizar una misión evolutiva trascendental, que el ojo humano no ve, porque el cerebro no conoce.
La vida marca ciclos de aprendizaje. Cuando uno de ellos se completa y todo se derrumba, debemos tener la sabiduría de seguir adelante sin mirar atrás. La experiencia bien vivida entrega para liberarse: dejamos ir nuestra infancia y la relación de dependencia con los padres; la adolescencia y el despertar de la primavera. Muchas veces quedan atrás también las relaciones de pareja, porque el compañero muere o se divorcia. Los hijos se van del hogar y dejan un vacío. Para todos nosotros hay tiempos de abundancia y de escasez; de alborotada juventud y de soledad en la vejez. Estos cambios son etapas que debemos recorrer inexorablemente, porque toda semilla debe nacer, crecer, florecer y dar su fruto.
En la naturaleza solo el hombre no acepta bien el cambio y la separación. Parece no saber que para poder avanzar es preciso soltar. Por eso cuando la realidad cambia, el ser que no es capaz de vaciarse de lo viejo se queda rezagado. Nadie nos enseña que hay un trabajo conciente que hacer, para liberarse de las ataduras del pasado y deshacerse del exceso de equipaje antes de continuar la marcha. Un ciclo de vida concluye y la realidad cambia, pero la mayoría de los individuos se quedan atorados en la añoranza de recuerdos que les condena a una vida sin propósito, porque están ciegos para disfrutar del regalo de un nuevo amanecer.
Cuando existe una dicotomía entre lo que es y lo que uno desearía que fuera, se crean estados de angustia, insatisfacción, dolor, miedo y resentimientos que deben ser sanados. El individuo, que vive fragmentado, debe volver a la unidad y esta solo se alcanza sabiendo cuál es la enseñanza evolutiva escondida tras cada ciclo de experiencias. Cuando lo conocido se derrumba y el horizonte cambia, es importante preguntarnos ¿qué debo aprender ahora? ¿cuál es la razón para que el universo me haya colocado en esta situación?
Para disolver apegos es necesario un cierre. Lo que quedó atrás y ya no tiene validez, no debe ser alimentado con la energía del pensamiento por más tiempo. No es posible avanzar por el camino con la mirada fija en el espejo retrovisor. Cuando hay obsesión con imágenes repetitivas, que vienen del pasado, es señal de que todavía queda algo pendiente por disolver y transformar. Entonces, con la ceremonia del perdón sanamos viejas heridas, aquellas que solo con el roce del recuerdo sangran nuevamente. También podemos trabajar en la aceptación de la desaparición de un ser querido. O reconsiderar nuestras quejas, que seguramente se reducen a que alguien cercano a nuestro corazón no cumplió bien con el rol que le asignamos. En este último caso hay que comprender que la culpa es solo nuestra, pues nuestra es la tarea de aceptar que cada ser nace con el derecho y la libertad de ser él mismo.
Cortar los lazos del pasado también significa renunciar a los resentimientos generados cuando las metas humanas previstas no se cumplen. A veces la vida tuerce nuestro destino para darnos la oportunidad de realizar una misión evolutiva trascendental, que el ojo humano no ve, porque el cerebro no conoce.
Por Hortensia Galvis Ramírez
7 comentarios:
...y la senda es mistica!
encuentro bello y muy acertado aquel texto sobre los apegos. no es nada nuevo que en nuestra memoria eterna no sepamos, sin embargo solo la fuente nos revela la inmensidad de nuestra sed.
acostumbrarse es morir, tenderse ante el tirano que solo busca envilecernos. por lo tanto no hay otra opcion que ir en busca de nuestro paraiso interno que es la expansion, el conocimiento basado en el amor, pues solo el amor nos revela la majestad de nuestras alas...
el desapego es mayor acto de amor.
el peregrino desnudo.
“Dijo Almitra:
Háblanos del amor:
Y él dijo:
Cuando el amor os llame seguidlo
Aunque su camino sea duro y penoso.......
Y entregáos a sus alas que os envuelven.”
Pensé que era feliz, de cuando en cuando….a mi manera, con altibajos, protestando, inconforme, pero feliz, y aún así no me convencía, releía una frase de Gustave Flaubert ““Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos”.
Los apegos- es como quitar una venda de mis ojos, me siento frágil, de cristal, insólitamente triste, quiero sentirme así para renacer, entonces seguro me abrazo y me susurro tiernas palabras, que nadie impida mi vuelo, que nadie enfrie mi abrazo, que nadie ponga en duda los milagros, así de profunda siento para mí ésta lectura de los apegos, Gracias
Ceci
Realmente este texto y el tan místico camino de desapegarse de las cosas, algo totalmente contrario a lo occidental. Es para mí algo muy interesante, pero incomprendible de hacer, de practicar realmente es díficil equilibrar esas cosas. Justo hoy hice una entrada sobre el tema de los apegos algo que me atrae mucho esa idea de desprenderse de morir y re-nacer. Buscando una imagen para mi posteo encontre esa que tenés y la puse, si gustas pasa y dejame tu comentario. Un saludo
la vida es un don precioso que a lo largo del tiempo nos ha enriquecido por buenos y malos momentos.Todas estas experiencias quedan registradas en la psique, en nuestro inconsciente,muchas veces guardamos recuerdos que no nos dejan avanzar, no nos dejan ser feliz,son obstaculos que se deben desechar, ahi entra el control de tu mente, como domino mis emociones, no querramos vivir del pasado que nos impide seguir el camino, esos apegos deben ser canalizados,mas bien, vive intesamente tu presente, el aquí y el ahora, sigue la senda de lo bueno, de lo espiritual y de lo eterno que aniquila todo sufrimiento, por ello,deja atrás los apegas, cierra todos los ciclos que ya tuvieron su final en tu vida,que ya quedaron en tu pasado. Martín
Me identifico plenamente con los apegos- Aun en el dia de la fecha sigo descartando cuestiones del pasado y las trato de solucionar.
Mas alla de esas asignaturas pendientes de la vida, que bueno en mi caso haber podido resolverlas, aunque haya sido solo plantearlas o haber pedido perdon, o haberlas enfrentado
Quizas sintamos los apegos como algo inherente a nuestro ser.
Cuando alguien a quien amamos rompe con nosotros, generalmente nos empeñamos en sesgar la realidad y otorgar cada ves mas poder al objeto amado, quien nos sume en una sensacion profundamente dolida.Pero nos olvidamos de que siempre existiran personas que desean un amor como el que nosotros podemos brindar y que quizas esa es simplemente la razon por la cual era necesario que esta persona partiera, pues la tuya aun espera.
Desde el espacio llamado León, en un tiempo lineal (31-08-2012)o período social, estructural y sintético, dicho de otro modo, artificio puro y apariencia, escribo, sin más ánimo que el de fundirme con los comentarios anteriores y con las palabras intuitivas del inicio del post.
A la pregunta de ¿quién soy? surge de inmediato la idea de un apego, el de mi ser a mi persona. Pero cuando reflexionas intuitivamente, te das cuenta, de una vez, que la persona es el objeto del apego, y que tal visión la realiza un ser que siente, vive, existe y palpita. A partir de ese momento, ya nada es igual: observas el mundo que te rodea, pero no es tu mundo, porque no te identificas con él. No lo maldices, lo respetas, lo percibes y lo dejas pasar, como visto frente a una pantalla cinematográfica. Tu yo verdadero no habla, no racionaliza, no piensa con lógica alguna, tan solo disfruta, desde su esencia sutil, de esta energía densa que perciben nuestros sensores orgánicos o captadores limitados.
Placer al escribir estas palabras orientativas pero ficiticias. PLACER al volver al silencio, infinitamente más placer.
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