Los seres humanos necesitamos afirmar nuestro yo, autoexpresarnos, manifestar nuestras cualidades y, al mismo tiempo, conectarnos con los otros, colaborar, nutrirnos y nutrir, sentirnos integrados al mundo.
Autoafirmación e integración son dos dinámicas presentes en toda persona. Se trata de dos tendencias opuestas que, al encontrar una expresión equilibrada, permiten ser un yo potente y, al mismo tiempo, vivir en conexión con los demás. Nace así la expresión del ser humano completo, potente, creativo, autodeterminado, que entrega su creatividad, que se enlaza, que colabora, que tiene una actitud de servicio, de dar y recibir, que se sintoniza con personas o grupos en el amor.
Sin embargo, estas dos tendencias conviven en una profunda pugna en el ser humano y en la sociedad. Por una parte hemos expresado nuestro yo personal desde el ego, ese aspecto del yo herido que acumula, esconde, se niega a compartir por miedo a perder su riqueza al darla a otros. La autoafirmación expresada a nivel de ego produce luchas de poder, intentos de aplastar a los demás para la propia autopreservación, países que abusan de otros, grupos económicos hambrientos, seres humanos en pugna por el conocimiento, las posesiones materiales, parejas que intentan poseerse para su propio beneficio, padres que esperan mostrarse a través de sus hijos.
Por otra parte, también vivimos la tendencia a integrarnos con los demás desde el ego, desde el miedo a no ser aceptados y amados, a quedarnos solos y desprotegidos, lo nos cual lleva a estar dispuesto a renunciar a cualquier convicción personal con tal de ser incluidos y cobijados por los otros. Esto genera rebaños, gente que vive sin un eje personal, dominados por las modas, estilos de vida, conceptos que se sostienen sólo por ser parte del grupo. Gente que explica su sujeción a formas de vivir con argumentos como es que la máquina te lleva, o la sociedad te obliga, apoyando así costumbres y valores con los cuales no vibran y que incluso son dañinos. Desde el ego gestamos Yo es tan fuertes que no se integran, o tan frágiles que pierden su eje.
Necesitamos ser nosotros mismos y, al mismo tiempo, necesitamos coordinarnos, sintonizarnos. ¿Cómo es que podemos dar a luz una expresión depurada y plena de estos dos aspectos? Entendiendo que la autoexpresión a que estamos llamados no tiene que ver con dar rienda suelta a los celos, envidias, orgullo, críticas que no son más que formas de reaccionar ante nuestras heridas profundas. La idea es que la autoexpresión nazca desde el alma, desde nuestro aspecto luminoso, potente, amoroso, creativo, entusiasmado en la idea de sacar a luz su melodía propia por impulso sincero y simple necesidad de Ser.
Por otra parte, la conexión con los otros no se basa en dejar de ser yo, sino en poner la expresión personal al servicio de la coordinación con los demás, en dar y recibir, en generar un movimiento de retroalimentación en redes que nos conduzca a vórtices de expansión que no podríamos lograr solos. La cuestión es manifestar la potencia plena del ser personal, en una actitud de respeto, de dejar ser a los otros, de empoderizarnos de nosotros mismos apoyando a los demás en sus dones, para nutrirnos mutuamente.
Manifestar la línea propia, sin pretender abarcar la que corresponde a otros, reconociendo y apreciando el aporte, el don de cada persona. Desde aquí podemos gestar un nuevo tiempo en que la autorrealización y la colaboración se trencen en la creación de un mundo mejor.
Este documento fué escrito por Patricia May por quien siento una profunda admiración.
Abrazos perfumados de amor para todos!
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